Más allá de aquí y de acá
Las flores aparecen de nuevo; esta vez a mi lado y no delante de mí. Esta vez en mi casa y no en otra. Otra vez me acompañan sobre la mesa desde la que escribo. Aquella vez era su pequeña vida la que me llamaba. Esta vez es su forma de abrirse a la vida la que lo hace. Sólo sé que están más abiertas que ayer y más que hace dos días cuando llegaron a mi casa y esa fricción entre sus diferentes estados de tránsito es lo que me hace reconocerlas. Hubo silencio y por eso me llaman. Había silencio y por eso me hablan. Son las extrañas formas de hablar, pero cercanas formas de ser las que me hacen preguntarme por las relaciones que se están gestando sin que me dé cuenta.
Esta semana, caminando por la calle en la ruta que siempre hago de casa al metro a la misma hora del día, me vi a mí misma. No había espejos alrededor, pero me vi. Me sentí extraña y, paradójicamente, también cercana. Alcanzar el estado en el que el cuerpo impulsa la acción sin necesidad de imprimir fuerza de voluntad extra es sinónimo de aprender a vivir al mismo ritmo. Inmediatamente supe que era gracias a esto que podía verme desde fuera. La rutina tiraba de mi cuerpo, pero no de mi conciencia. Volaba a dos metros del suelo, viendo pasar el tiempo y viendo pasar mi cuerpo. Sentí un arrebato de nostalgia; no sé si porque algunos días vivo rutinariamente o porque a menudo vivo sin darme cuenta. No sé si es porque a menudo no me veo como ahora veo el amarillo de las flores y sus contornos rojos, o por el contrario, porque me veo, pero no veo mi entorno, no veo el camino recorrido y la apertura vivida como la de las flores.
Hoy he sonreído al mismo tiempo con alguien y no tenía nada de especial (porque reír ya lo es) aparte de la sinergia en el ritmo. Fue caer sin darme cuenta en la misma cadencia con alguien que habla diferente a mí, pero a través del gusto sentido y del tiempo compartido. Algo surge para encontrarnos en la diversidad. Como en el jazz, un chis, un plas, de diferentes instrumentos en un mismo espacio que acaban convirtiéndose en compas. Por eso también algo surge para encontrarnos en la simultaneidad. Si hoy me encuentro con las flores es porque ya comparto un espacio con ellas. Si esta semana me he encontrado con mi cuerpo es porque ya comparto un ritmo con ese viaje.
Han sido días definitivos en mi vida y a la vez tan sencillos como cualquier otro y hay algo en ello que me anima a soñar, pero a soñar muy despierta. Así que probablemente la relación que se está gestando es la de la conciencia con la vida, que no es cualquier relación. Son las flores. Es el cuerpo. Es la paz. Es la vida. Es paz con el ritmo de la vida. Es sinergia con todo lo que va más allá, de aquí, de acá.
-Juliana
From the Blank Space
Una newsletter para transformar tu presencia en pensamientos extraordinarios