Oblicuo y secreto
Pienso en los momentos de la vida en los que el orden parece desaparecer y dar paso a la abstracción. Como ese momento en el que ves la mitad del sol antes de que el horizonte desaparezca por completo. O como ese otro en el que escuchas las últimas notas de una canción y luego las primeras de la siguiente. Pienso en ellos porque es entonces cuando encuentro el interés, o cuando éste me encuentra a mí; ese preciso instante en que algo es y al mismo tiempo no es, que sostiene el ser y al mismo tiempo el irse, y que me deja sin aliento.
Me llamó la atención el uso que hace Borges en el cuento «tres versiones de Judas» de la frase «proponer razones oblicuas de orden moral», porque algo oblicuo es lo que está inclinado o desviado con respecto a una línea recta o a una dirección dada, que deja los 90 grados para ser algo más que horizontal y algo más que vertical, y que aprendemos estudiando geometría. Lo que no sabía es que se podía utilizar en el contexto del lenguaje y también en el de la moral y la ética, como hizo él, y que al juntarlos, lo que sugieren es presentar argumentos que, aunque parezcan basados en principios morales, en realidad son indirectos, ambiguos o tienen una intención oculta. Y con esto hice un espejo ¿Por qué?
Sabemos que algo moral es aquello que se relaciona con los valores, principios y normas que rigen el comportamiento humano en cualquier contexto, por lo tanto, si hablo de ello en mi escritura, necesito hablar de lo oblicuo como lo hacía Borges ya que reconozco que tiene intenciones abstractas como todo lo que creo. No es natural rechazar algo que tendemos a hacer porque es como si negáramos aquello de lo que estamos hechos, como si rechazáramos lo que vemos en el espejo. Esto no quiere decir que nuestra identidad no sea maleable y que nuestras acciones no puedan cambiar, pero para cambiar hace falta tiempo o intención, y todo lo que hago lo hago con intención y también con la intención de cambiar. Así que, respondiendo a un lector que me preguntaba a qué velocidad quiero que me entiendan, le diría que el tempo de la comprensión es tan rápido o tan lento como uno necesite que sea; a lo que también argumento que a mi creatividad (o a la que me llega) le gusta inclinarse hacia lo oblicuo porque sabe que no quiero tener poder sobre ella, y mucho menos sobre la creación, ya que tener poder sobre algo o alguien hace que el interés desaparezca por completo y, lo concluí descubriendo que Roma puede no ser el verdadero nombre de la ciudad italiana.
Al parecer, tiene un nombre sagrado que sólo unos pocos conocen y permanece en secreto, al igual que ciudades como Jerusalén, Troya, Atenas, Menfis (Egipto) ya que esta práctica de ocultar los nombres se basaba en la idea de que conocer el verdadero nombre de algo o alguien daba poder sobre ello, una creencia común en muchas culturas antiguas. Esto en sí mismo es sorprendente, sin embargo, para ser sincera, más que sorprenderme el nombre ficticio, lo que me cautiva no es saber que existe tal ignorancia, sino darme cuenta de que hay un secreto que no sabía que existía y que aparentemente no es un conocimiento secreto en sí mismo, sino un misterio que intriga. Es el misterio del secreto lo que me intriga, el misterio del misterio.
Acepto que esta forma de crear, que en realidad es estar en el mundo, tiene una cara rebelde; no dar todo fácil y que se desintegre en un segundo y dar espacio para que aparezca la abstracción y con ella el interés, las preguntas o la contemplación, es de rebeldes, pero también es de poetas, y en sí es porque quiero ser partícipe de la belleza de la vida misma. La vida actúa en figuras retóricas y no sabemos concretamente por qué y considero que de eso se trata la existencia, del misterio que tiene, del abismo que existe en esa línea donde se esconde el sol y también en la de los acordes de la canción cambiante.
Recuerdo a unas hormiguitas que llevaban una cruz de caramelos en medio de un recinto con una sola salida en forma de cruz; verlas descifrar el enigma y salir por fin fue un momento de gracia. Me vi en ellas -nos vi- en ese juego y búsqueda de liberación. Así que, si no entiendo cómo algo que no supe cómo empezar acaba bien, le doy una oportunidad a la vida. Ella tiene la respuesta, porque actúa oblicuamente -y con intención- para dejarnos sin aliento y para que nuestra intriga por conocerla también lo haga y podamos seguir buscando más respuestas.
-Juliana
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